martes, 4 de diciembre de 2007

NO SE QUE PONER.....


CHILENOS ANÓNIMOSLa transexual más querida de Lo Espejo

Karin Avaria y su show con vedettos para ayudar a vecinos con problemas.
Leyla Ramírez
La Nación
En el barrio le dicen Florencia, porque la encuentran igual de “regia, loca y buena pa’ la talla” que la travesti de la teleserie argentina “Los Roldán”. El piropo le encanta. Tanto, que asegura que la versión criolla del culebrón no puede partir sin ella. Pues aunque trabaja de once a once atendiendo un local de Internet, en Pedro Aguirre Cerda, lo suyo es el espectáculo. Lo tiene claro. Muy claro. Prueba de ello son los llenos totales que logra en los pubs y locales nocturnos donde anima eventos -de noche- los fines de semana. Aunque es una transexual (se siente mujer, pese a tener cuerpo masculino) el personaje con el que se ha hecho famosa es una travesti: Karin Marshall, “una galla desordenada, que molesta a la gente con bromas de doble sentido”, dice.
Se declara una showoman. “Y mejor que la Marlen”, dice taimada, pero se le pasa. “No (se ríe). Ella es regia. Lo hace estupendo”, asegura mientras desenreda su larga melena azabache y lanza una coqueta sonrisa. Seguramente Karin sueña con conseguir algo de esa facha de bombón sexy cuando junte el dinero suficiente para cambiar definitivamente su sexo. Todos saben que ésa es su meta, como también que Karin es más que maquillaje, tacones y colaless. Tras sus plumas y escotes hay una mujer que hace más de un año realiza eventos a beneficio para cualquier vecino caído en desgracia. “Todo partió porque estaba sin pega y junté a un grupo de vedettos con los que había trabajado para hacer despedidas de soltera. Yo animaba y los chiquillos bailaban. Hasta que un día me preguntaron cuánto cobrábamos, porque había una niña que se tenía que operar de la cabeza y necesitan juntar plata para ella. Hablé con los cabros y los convencí de hacerlo gratis”.
Les fue tan bien que rápidamente se corrió la voz en el vecindario y comenzaron a llamarla: “Estuvimos un año entero trabajando gratis para beneficios y en forma paralela a nuestros pitutos. Sólo pedíamos que nos fueran a buscar y dejar y tener un lugar donde cambiarnos. Nos hicimos súper conocidos. Donde veían un cartel mío, las viejas iban. Tú cachái que las viejas de la población no salen. Los hombres van, por último, a cafés con pierna. Pero ellas nada. Esto era su gran momento de catarsis”.
Casas quemadas, personas al borde del embargo total, enfermedades catastróficas e incluso mobiliario nuevo para el jardín infantil de la población. Incluso los “beneficios chamullentos”, a los que iba igual porque la gente necesitaba la plata. Dinero que si ella tuviera ocuparía para ser una mujer de verdad -sin hormonas de por medio- y para estudiar trabajo social, su otra vocación innata, confiesa. Porque Karin sufre con los dolores de su gente. Cuando comenta esto contiene las lágrimas. Justo antes de dañar su perfecto rimel. El mismo que ocupará esta noche -un poco más saturado- para ayudar a juntar dinero para una vecina que va a ser expulsada de la sede social donde vivía y que cuidó por años. “Ahora los chicos (vedettos) no trabajan gratis. Cobran un tercio de lo que cobran en un evento normal. Pero si vamos a un show y cacho que a la gente le fue mal, que no llegó nadie, voy donde los cabros y les digo que no puedo cobrar, que yo les pago después. Porque pucha que da pena. La gente se esfuerza, hace completos, se consigue sillas, mesones, de todo y a veces la cuestión no funciona. Ahora, la verdad (se ríe a carcajadas) es que nunca les pago. Es que son chiquillos buenos”.

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